Antes era como estar muerta, peor que estar dormida. Todo lo veía como dentro de una cárcel propia. Ya no era ver y emocionarte cada día que vives: era estar, simplemente. Piensan que van a quebrarte como persona junto con tu familia y tu propia comunidad. Lo más duro ha sido volver a quererme, a creer en la vida y en las cosas por las que vivo. Son los sueños los que no me paralizan.
Al poco tiempo de lo ocurrido Paty viajó hacia Venezuela. Después de un año regresó a Milpa Alta (Distrito Federal) con la certeza de trabajar el campo junto a su familia como la forma más congruente de sembrar una revolución. El día de su cumpleaños atravesó su monte como un acto simbólico por el derecho a defender la tierra; su propia casa.